La Obesidad una enfermedad que puede corregirse a tiempo

La obesidad es una enfermedad que se convirtió en una pandemia mundial. Al menos un 50% de la humanidad tiene sobrepeso y cerca del 40% son obesos.

El paciente obeso es una persona inflamada, quien por su condición produce constantemente sustancias que generan una respuesta de inflamación generalizada, esto a su vez es un factor favorecedor para la aparición de otras enfermedades crónicas e incluso de cáncer.

Los cambios en los estilos de alimentación, responsables en gran medida de la obesidad que hoy se vive, datan de la década de los 70 cuando se aumentó el tamaño de los alimentos, se aumentó su producción y el consumo “exagerado” de valores energéticos diarios, contribuyendo a la aparición de sobrepeso.

Sumado a ello, nuestra sociedad desarrollada han fomentado el sedentarismo y el consumo energético elevado, el resultado es la aparición de enfermedades de base nutricional, como la obesidad, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes tipo 2, el síndrome metabólico, el síndrome de intestino irritable y el cáncer (Martínez-Costa. 2006). Hay más de medio billón de personas con sobrepeso y obesidad en el mundo.

Por otro lado, la microbiota son millones de microbios de diferente tipo que tenemos en nuestro intestino y en otras partes del cuerpo. Ellos generan interacciones con nosotros y nuestro cuerpo. Nos entregan beneficios y los alimentamos a través de lo que consumimos. Hoy día se considera la microbiota como un órgano adicional.

En las últimas décadas se ha investigado profundamente acerca de la microbiota intestinal y su relación con el metabolismo energético, es decir la forma en que nuestro cuerpo asimila el aporte de carbohidratos, y la obesidad.

En la ruta de la prevención y/o el manejo de la obesidad, múltiples y rigurosos estudios muestran que las personas obesas tienen una serie de bacterias, en su microbiota, que fomentan la obesidad elevadas, entre tanto las personas delgadas tienen bacterias de la microbiota distintas. El objetivo es disminuir los niveles de las primeras (Firmicutes) y aumentar la cantidad de las segundas (Bacteroidetes).

Cuando se investiga el deseo del ser humano se llega a un resultado: vivir más y mejor. Si logramos normalizar nuestro peso vamos a conseguir, primero disminuir y prevenir la aparición de enfermedades crónicas del tipo de la diabetes e incluso el cáncer. Mejorar la salud y la calidad de vida, el bienestar y la longevidad.

El sobrepeso y la obesidad son definidos como un exceso en el acumulo de grasa perjudicial para la salud. (Manual de probióticos)

Nos devolvemos al inicio de nuestra existencia donde una serie de “genes ahorradores” fueron necesarios para la supervivencia de nuestros antepasados recolectores y cazadores. Este es un factor que hoy sobrevive y junto a otras condiciones del entorno favorecen la obesidad.

La obesidad se mide a través del índice de masa corporal (IMC) que es el resultado de la relación existente entre el peso y el cuadrado de la talla (Kg/m2). Un IMC superior a 30 significa obesidad y un IMC superior a 25 es sobrepeso.

Dos conceptos que debemos tener en cuenta:

Hoy día el “gen ahorrador” no es necesario, sin embargo, los individuos que presentan una mayor susceptibilidad a este gen, con la insulino y leptino resistencia, que se traduce en la dificultad de estas hormonas para actuar sobre las células, tendrán una mayor probabilidad de presentar una obesidad extrema (Serrano Ríos y col, 2006).

La obesidad y el sobrepeso son factores de riesgo que aumentan la posibilidad de padecer enfermedades crónicas como la diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer (Covarrubias, 2020). La obesidad incrementa de manera sustantiva el riesgo de depresión, ansiedad y demencia (Anderson y col, 2017). Es decir la obesidad afecta tanto nuestro cuerpo como nuestra mentes. 

Datos de obesidad

Según la OMS en el 2016, más de 1.900 millones de adultos mayores de 18 años tenían sobrepeso (39%), de estos, 650 millones eran obesos (13%). Para el 2016, 41 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso o eran obesos. Más de 340 millones de niños y adolescentes (de 5 a 19 años) tenían sobrepeso u obesidad.

En Colombia niños entre los 5 a 12 años tienen sobrepeso en un 24,4%, los adolescentes entre los 13 y los 17 años un 17.9% y los adultos llegan a un 56,5%, con un mayor índice en mujeres con 59,6%, en este grupo el porcentaje de sobrepeso de 37,8% y un 18,7% de obesidad.

Además, dos tercera parte de los niños permanecen pegados a las pantallas lo que es un factor favorecedor de sobrepeso y obesidad. Igual sucede con el sedentarismo que afecta un 15% promedio de los niños, que se aumenta a un 25% en el adulto.

Otra fuente que actúa como factor obesogénico desde la pandemia es la crisis emocional que se está viviendo en adolescentes y adultos. La misma depresión es un factor de riesgo para la obesidad por la necesidad de estar comiendo, el uso de antidepresivos o incluso antipsicóticos, asociados a un aumento de peso.

La obesidad afecta el cerebro que incluye problemas de aprendizaje y memoria (Anderson, Cryan y Dinan, 2020). Estos cambios neuronales afectan la edad adulta con la aparición de depresión y demencia.

La obesidad es un acelerador de la edad, en ese mismo sentido, existe la posibilidad de una aparición más temprana de enfermedades neurológicas propias de la tercera edad.

Microbiota y obesidad

La microbiota intestinal se ha venido investigando en su relación con funciones metabólicas y obesidad. Tanto la obesidad como la microbiota intestinal dependen de factores genéticos y ambientales.

La microbiota es fundamental para lograr un equilibrio metabólico, homeostático, fisiológico de sistemas orgánicos.

La microbiota puede variar por factores externos que incluyen la dieta, los antibióticos, medicamentos e incluso el mecanismo del parto. El parto por cesárea puede ser un factor que favorezca la obesidad.

La dieta occidental es rica en azúcares y grasas. Muchas de estas grasas no son digeridas en el tubo digestivo y son digeridas por la microbiota humana. Por esta vía se aumenta el aporte energético y el consecuente depósito de grasa, favoreciendo el sobrepeso y la obesidad.

Otro factor son los genes propios de los microbios alojados en comunidades, estos genes superan en 100 veces el número de genes de nosotros los humanos.

Muchos de estos genes actúan sobre varios de los alimentos que comemos y que no son procesados por nuestro sistema digestivo. El resultado, un aumento en la cantidad de energía que se puede extraer de estos alimentos (Cani y Delzenne, 2007). Adivinemos: depósito de grasa.

Son tres los mecanismos que explican el incremento de grasa asociado a la microbiota intestinal: 1) un aumento en la absorción intestinal de glucosa; 2) la generación de ácidos grasos de cadena corta por la fermentación microbiana de la dieta; y 3) un estímulo a la generación de lípidos o grasas secundario a los aumentos en el contenido de azúcares y de insulina en la sangre (Bäckhed y col, 2004).

La microbiota debe vivir en un equilibrio constante. Ciertas familias de microbios han sido relacionadas con la obesidad. La existencia en el intestino de gérmenes específicos que también secretan sustancias encargadas de ayudar a inflamar el cuerpo.

Limpiar, equilibrar, mejorar la autopista intestinal y a su vez la microbiota intestinal es un desencadenante para obtener un peso saludable.

¿Cómo algunos probióticos ayudan a controlar y devolver la obesidad?

pensar que los factores que la modifiquen como los prebióticos o los probióticos y ahora los nuevos posbióticos tienen un efecto terapéutico en esta enfermedad.

El individuo obeso al estar inflamado tiene permeabilidad intestinal, esto significa que gran parte de las sustancias que se deben quedar al interior del intestino que suelen ser proinflamatorias pasan a la sangre. Al mejorar ciertas familias de bacterias, mejoramos la actividad propia del intestino, la primera y muy importante: la permeabilidad intestinal.

La Permeabilidad intestinal es una condición del intestino donde sustancias que no deberían pasar a la sangre logran hacerlo, y desde ahí llegan al resto del cuerpo por la circulación. Esto genera alergias, inflamación crónica y otras situaciones nocivas sobre la salud.

Algunos probióticos y posbióticos, que usamos en investigación y desarrollo, aumentan la cantidad de ciertas bacterias muy beneficiosas en la producción de moco, como la Akkermancia muciniphila o el Faecalibacterium prausnitzzi.

Los probióticos y los posbióticos usados, además tienen un efecto sobre el apetito y la saciedad, mejorando las vías asociadas a un aminoácido que se llama triptófano, que ayuda a la sensación de plenitud disminuyendo el hambre y las ganas de comer.

Varios estudios con cepas especializadas de posbióticos para disminuir el perímetro del abdomen se encargan de quemar y descomponer la grasa que existe debajo de la piel y entre las vísceras del abdomen. Ayudan a disminuir el peso y a mejorar los niveles de azúcar, de grasas y de triglicéridos en la sangre.

Conclusiones

  • Contamos con posbióticos especializados que ayudan a quemar la grasa del intestino de una forma saludable y natural.
  • Al mejorar la microbiota intestinal, mejoramos la función digestiva que incluye la digestión y la absorción de alimentos, de esa forma nos nutrimos mejor.
  • Esto también disminuye la inflamación del cuerpo al frenar la permeabilidad intestinal, impidiendo el paso de sustancias nocivas a la sangre.
  • Disminuimos la cantidad de grasa y triglicéridos al modificar familias de microbios que tenemos en el intestino.
  • Mejoramos el uso que la célula le da a la insulina, beneficiando la salud de la persona con diabetes tipo 2.
  • Vamos a vivir más y mejor porque prevenimos la aparición de enfermedades crónicas no transmisibles y que suelen ser degenerativas.
    Si mejoramos el peso, mejoramos la memoria y la atención.
  • Disminuimos la ansiedad y el riesgo de depresión y la aparición de enfermedades como el alzhéimer.
    Ayudamos a prevenir el cáncer.

Razones todas las anteriores para cuidar, promover, mejorar, equilibrar, cambiar y alimentar adecuadamente nuestra microbiota intestinal.

Octavio Dávila

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